El
frío polar de los
ochenta
en
echesortu era
más
punzante. Estoy segura.
tal
vez fuera el cemento
y
la pintura en aceite
que
condensaba
el
agua
y
la volvía hielo
mientras
viajábamos
en
bici
y
yo veía
pasar
la secuencia
del
paisaje
monótono
que
iba formando
los
días
era
el espíritu más
pujante
de echesortu
el
de mi abuelo
el
único que me dejaba
a
horario
antes
de que tocara
el
timbre
ése
con el que empezaba
día
a
día
mi
paulatina domesticación
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